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Hazañas de la libertad

Por Luis Enrique Pérez



La libertad no es un mero atributo abstracto del ser humano. Es una poderosa fuerza actuante. Es la primordial energía motriz del progreso de la humanidad. Y es, en el Universo, causa de efectos benefactores que ninguna otra causa puede provocar. ¿Qué estrella, o qué conjunto galáctico de estrellas, podría haber producido las obras que brotaron del libre torrente creativo de Miguel Ángel Buonarroti?

La libertad es el verdadero corazón del ser humano. Puede ser reprimida pero nunca aniquilada. Puede ser prohibida pero nunca abolida.  Es celeste impulso espiritual que puede convertirse en indetenible impulso material que derrota ejércitos opresores y derriba muros intimidantes. Y mueren los padres de la servidumbre, de la tiranía o el despotismo, y avanzan gloriosos los egregios hijos de la libertad.

Y quizá el esclavo mismo no sacrifica la libertad a cambio de la vida, como si la vida fuese más valiosa, sino que está dispuesto a soportar la vida esclava porque tiene esperanza de vida libre. Quiero decir que quizá la esclavitud no se tolera porque finalmente se conserva la vida, como si también hubiera que ser esclavo de la vida biológica, sino porque hay esperanza de libertad, que le confiere valor a esa vitalidad puramente zoológica.

La filosofía es obra de la libertad. Con ella la humanidad ha intentado tener el conocimiento de una suprema verdad absoluta, o ha intentado demostrar que es imposible tal conocimiento, aunque hubiera  verdad tal. Han surgido, entonces, las vastas meditaciones de Platón y Aristóteles sobre el ser; las audaces conjeturas de Tomás de Aquino sobre un necesario principio primero de todos los seres, los hallazgos de Renato Descartes en la búsqueda intransigente de la certeza, y la luminosa advertencia de Immanuel Kant sobre los límites de la razón pura, y su enérgica proclamación del ingénito derecho a la libertad.

La ciencia es obra de la libertad. Con ella la humanidad ha adquirido el conocimiento provisionalmente más confiable acerca de fenómenos físicos, químicos o biológicos. Y hasta el grado en que el conocimiento es poder, la humanidad, dotada de conocimiento científico, ha llegado a ejercer un dominio asombroso sobre la Naturaleza, del cual se ha beneficiado el género humano. La enfermedad, por ejemplo, ha encontrado un enemigo en el poderoso conocimiento que ha generado la química y la biología. Y si alguna enfermedad se resiste a ser vencida, la única esperanza de vencerla es la ciencia.

La libertad ha sido madre grandiosa de las más elevadas obras artísticas del género humano, creadoras de novedosos mundos que expanden gloriosamente la vida infinita del espíritu. Son, en la literatura, los mundos de Homero, Dante, Cervantes, Tolstoi, Goethe, Shakespeare, Kafka, Proust, Darío y Borges. Son, en la pintura y la escultura, los mundos de Fidias, Leonardo, Rafael, y Miguel Ángel. Son, en la música, los mundos de Haendel, Bach, Haydn, Mozart y Beethoven.

Las obras de esos grandes filósofos, científicos y artistas de la literatura, la pintura, la escultura y la música, son auténticas obras de la libertad; y sin ellas el mundo sería como un año sin las más bellas flores de la primavera. 

La libertad política ha contribuido al perfeccionamiento de las instituciones del Estado. Uno de sus más preciados productos ha sido la división de poderes del Estado, para evitar precisamente la aniquilación de la libertad. Aquella monárquica unidad de legislador, juez y ejecutor de la ley, apta para el ominoso despotismo o la sangrienta tiranía, se ha disuelto; y los monarcas residuales son súbditos obligados de mandatos constitucionales.

La libertad de comunicación ha contribuido al progreso de la ciencia, y con él, al progreso de la humanidad, porque la libertad que tiene un científico de comunicar sus hallazgos posibilita que otros científicos puedan aprovecharlos para continuar una investigación, para perfeccionar una teoría, o para inspirar una benefactora tecnología. Por ejemplo, por libertad de comunicación Newton aprovechó la obra inútilmente reprimida de Galileo, y la obra de Kepler. En general, la libertad de comunicación convierte a los científicos de todo el mundo en una inmensa comunidad cooperativa, para beneficio de la humanidad.

La libertad de expresar públicamente el pensamiento ha tenido un valor extraordinario. ¡Cuánto habría perdido la humanidad si Adam Smith, John Locke, David Hume, Voltaire o Immanuel Kant no hubiesen podido expresar libre y públicamente su pensamiento! Adicionalmente, esa libre y pública expresión del pensar ha contribuido a evitar el ejercicio abusivo del poder gubernamental, o a corregir las decisiones de los gobernantes.

La libertad económica ha sido la más patente condición necesaria del progreso de los pueblos, en todas las épocas de la historia; y las sociedades más prósperas han sido las más próximas a la libertad económica.

En nuestra época ha sido más patente el efecto de la libertad económica en el bienestar de la humanidad. Ese efecto se ha propagado por medio del promisorio progreso de la ciencia, el asombroso desarrollo de la tecnología, la mayor eficiencia del capital y la creciente productividad de los recursos humanos.

En el mundo hay decenas de millones de pobres; pero no es por culpa de la libertad económica. También en el mundo hay decenas de millones de enfermos; pero no es por culpa de la ciencia médica. Y así como por la medicina hay gente que no está enferma, por la libertad económica hay gente que no es pobre.

La libertad es la promesa más confiable de que en el mundo alguna vez ya no habrá pobres, o la promesa de que los pobres del futuro serán como los ricos del presente. No hay ninguna otra promesa para los pobres. Quizá habrá promesas más seductoras de los enemigos de la libertad; pero no por ello habrá menos pobres.

Post scriptum. La libertad requiere justicia entre los libres. Y la alianza de libertad y justicia puede ser causa de paz. Y la unión de libertad, justicia y paz está destinada a ser irresistible fuerza para lograr la mayor y permanente prosperidad de la sociedad de seres humanos precisamente libres, justos y pacíficos.



Luis Enrique Pérez Es Doctor Honorífico, de la Universidad Olga y Manuel Ayau Cordón. Ha sido profesor de filosofía en el grado de licenciatura y de maestría, de la Universidad Francisco Marroquín, y profesor de filosofía en el grado de licenciatura, de la Universidad Rafael Landívar. Ha sido autor de por lo menos 3,000 artículos. Es cofundador y miembro de la asociación civil Pro-Reforma.

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