Por Franco Farías
El objetivo de esta serie de columnas es solo uno: develar las mentiras y sofismas de los políticos, e identificar que quieren decir realmente y como viven a expensas de los trabajadores. El tema de hoy: Las empresas de interés nacional, estratégicas o la industria nacional.
Muchas veces hemos escuchado que cierto sector de la economía es especial, es estratégico para todo el pueblo, o es de interés nacional. Los políticos se cuelgan de estos discursos -muchas veces, nacionalistas- para regular la economía y dejar en un lugar privilegiado las empresas nacionales de esta industria pues se dice que “son de interés nacional”, veremos si existe tal cosa como el interés nacional y luego nos preguntaremos ¿Para quién es provechoso estas regulaciones?
En primer lugar, el interés nacional es uno de esos fetiches que los políticos desgastan con particular intensidad. Es algo que escuchamos -por lo menos— en cada campaña, pero ¿existe realmente? Cuando decimos interés nacional, decimos que todas las personas del país, sin excepción, valoran (o les gusta) algo de la misma manera y con la misma intensidad, o incluso, como si la suma de nuestros deseos creara una “voluntad general”, que no es la suma de nuestros deseos, sino algo superior a ellos.
Si le pareció que lo anterior es digno de un cuento de fantasía, recuerde que los políticos viven en ese mundo de fantasía, y a ese cuento le llaman el interés nacional.
Casi no necesito ahondar en el hecho ineludible de que, todas las personas juzgamos los medios de distinta manera para conseguir nuestros fines (que también son distintos de persona en persona) y, por tanto, nos gustan distintas cosas en distinta medida. Si ni siquiera dentro de nuestra propia familia podemos ponernos de acuerdo o “tener una opinión común”, imagine el disparate de creer que el país entero puede tener una “opinión común” de algún tema en especial.
Pero incluso, si los políticos no usan la mentira de el interés nacional, pueden también decir que: Al pueblo le beneficia que alguna industria sea solo, o mayoritariamente, nacional. A favor de esta postura se dice que genera empleo y bienestar, luego se colocan barreras de entrada como aranceles o regulaciones atolondradas para los productos extranjeros y, de esa manera, comprar lo nacional es más barato (porque se ha elevado el precio, artificialmente, del producto internacional).
Si la única manera de hacer competitivo el producto nacional es regulando y encareciendo el producto extranjero, realmente estamos diciendo que el producto foráneo es más barato que el interno. Si lo que se trae de afuera tuviera una calidad inferior a lo interno, no habría ningún problema, pues solo lo comprará la gente que, ya de por sí, no habría podido comprar el bien de mejor calidad. Por tanto, cuando incrementan las barreras de entrada para los productos extranjeros, asumimos que son más baratos y mejores que los nuestros.
¿Quién está siendo beneficiado entonces? Solo los empresarios dueños de esa falsa “industria de interés nacional”, estos empresarios no son amigos de la libertad ni del capitalismo, pues usan al estado para tener privilegios, estas personas son empresaurios o corporativistas. El pueblo pierde, pierde porque tiene que gastar más dinero para tener menos y de menor calidad. Los trabajadores de estas empresas parecen ser también beneficiados, pensemos lo siguiente: ¿es justo que una persona viva mejor porque le está privando su capacidad de elegir a otras? Y además, si los trabajadores de la “empresa de interés nacional” son realmente productivos, no sufrirán con la mejora en la calidad de vida de los ciudadanos con la apertura de mercados, si no sobreviven, ellos no contribuían a el bienestar social y no eran más que parásitos que deben buscar otra área de la economía donde sean productivos.
Franco L. Farías es director del Movimiento Libertario de Guatemala y Coordinador Local de Students For Liberty, es locutor en Libertópolis y profesor en un colegio del interior.
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