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El doble impuesto oculto detrás de la deuda pública

Actualizado: hace 5 días

Por: Martín Cabrera


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Existen múltiples formas en las que un Estado puede obtener financiamiento. La principal y más clásica son los impuestos. Sin embargo, los ingresos a través de impuestos pueden eventualmente significar un desafío para el Estado. En efecto, los impuestos son una visible extracción de renta por parte del Estado a sus ciudadanos, por lo que, en algún punto, encontrará resistencia. Para sortear este problema, el Estado recurre a otras formas de financiamiento. Una de ellas es la deuda pública. Sin embargo, muy poca gente se da cuenta de que la deuda pública representa una carga incluso mayor que los impuestos sobre el ciudadano, y detrás de esta se oculta un doble impuesto. El endeudamiento del gobierno puede, en primer lugar, ser o no inflacionario, en función de quién sea el prestamista. Cuando el Estado se endeuda con el sistema bancario, se crea inflación: las actividades del Estado se crean con dinero que el sistema bancario crea de la nada y sin respaldo en ahorros reales, por lo que la masa monetaria aumenta, y, en consecuencia, los precios aumentan. Esto representa una carga y un impuesto oculto para el ciudadano, que se empobrece puesto que su dinero vale cada vez menos, mientras el Estado se beneficia a costa de este


Existe otro caso en el que el endeudamiento del Estado no resulta inflacionario. Este es el caso cuando el Estado se endeuda directamente con el público, por lo que no se financia a través de un proceso de expansión del crédito. Como en este caso la masa monetaria no aumenta, la deuda en este caso no es inflacionaria. Sin embargo, sí representa una carga sobre el sector privado de otra forma: los ahorros que se prestan al Estado se dejan de prestar al sector privado, por lo que, mientras que el gasto público aumenta, la inversión privada disminuye. Esto tiene como efecto desviar los recursos de sus usos más urgentes, a los que estaban asignados en el mercado, para financiar el despilfarro del sector público. Los ahorros se desperdician, y, además, como hay menos ahorros disponibles para ser prestados, los tipos de interés aumentan.


De esta manera, la deuda pública depreda al sector privado y empobrece al ciudadano incluso cuando no es inflacionaria.² Pero, además, existe otra manera en la que la deuda pública, independientemente de si el financiamiento se obtiene a través del sistema bancario o del público, depreda al sector privado y empobrece al ciudadano, y es debido a esto que afirmamos que la deuda pública representa un doble impuesto al ciudadano. Y es que la deuda, eventualmente, tiene que ser pagada. Para esto, el Estado no tiene más alternativa que cobrar impuestos. Eventualmente, los impuestos pagados por los ciudadanos se dirigirán a pagar las deudas del sector público, lo que significa pagar el gasto que originalmente se financió con deuda, además de intereses.


La población, que ya fue saqueada una vez cuando el Estado se endeudó, ahora vuelve a ser saqueada cuando es hora de que las cuentas sean pagadas.³ Es así como la deuda pública representa un doble impuesto sobre los ciudadanos. Cuando el Estado anuncie un presupuesto financiado a través de deuda, deben saltar las alarmas: significa un saqueo en el presente, a través de inflación o desperdicio de ahorros y subida de tipos de interés, y un saqueo en el futuro, cuando se cobren impuestos para pagar esa deuda, es decir, el gasto público original más intereses. Significa que el festín de los políticos continúa, mientras el resto de la población se empobrece.



1 Véase Murray N. Rothbard, Man, Economy and State with Power & Market, Scholar’s ed, 2nd ed. (1962; Auburn, Ala.: Mises Institute, 2009), pp. 811-815, 989-994, 1014-1018, 1025-1026. También Ludwig von Mises, Human Action, Scholar’s ed. (1949; Auburn, Ala.: Mises Institute, 1998), pp. 405-421.

2 Véase Murray N. Rothbard, Man, Economy and State with Power & Market, p. 1026.

3 Véase Murray N. Rothbard, Man, Economy and State with Power & Market, pp. 1026-1028.



 
 
 

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