top of page

Guatemala puede ser un país rico

Por Luis Enrique Pérez



Es mi convicción que Guatemala puede devenir uno de los países más ricos del mundo; y la mayoría de sus hijos puede escapar de ese estado de pobreza que parece ser su único estado posible. Es una convicción que no surge de una imaginación licenciosa, o de un patológico optimismo, o de una apremiante necesidad psicológica de creer que la pobreza no es el único destino económico de la mayoría de guatemaltecos.

Es un convicción que surge de sucesos que la historia económica del mundo se complace en mostrar con irresistible evidencia. Precisamente esa historia muestra que uno de los países más pobres del mundo puede convertirse en uno de los países más ricos. Muestra también que esa conversión no tiene que ocurrir durante siglos, sino puede ocurrir durante algunas décadas. Un ejemplo es el Estado de Singapur.

El territorio de Singapur está constituido por multitud de islas, que suman una extensión total de 700 kilómetros cuadrados. Está situado en la península de Malasia, entre Malasia misma hacia el Norte e Indonesia hacia el Sur. En el año 1819, en ese territorio, el británico Thomas Stamford Raffles, vicegobernador de Java Británica y gobernador de la isla británica Bencoolen, construyó un puerto, que adquirió creciente importancia en el sudeste asiático. A partir del año 1826, cuando murió Raffles, el puerto fue parte del reino británico.

El periodista Ferghane Azihari, especializado en política internacional y en comercio y competencia, relata que, en el final de la Segunda Guerra Mundial, en el año 1945, los británicos recuperaron la isla de Singapur, que estaba sometida al dominio de los japoneses, desde el año 1942; y en el año 1958 le otorgaron una  autonomía que equivalía a independencia. En el año 1963 Singapur se unió a Malasia; pero, principalmente por discrepancias político-ideológicas sobre comercio exterior, en el año 1965 cesó la unión.

En el año 1966 Singapur tenía dos millones de habitantes y la riqueza promedio anual obtenida por habitante equivalía a 5,400 dólares. Reino Unido tenía 55 millones de habitantes y esa riqueza  equivalía a 15,500 dólares. Malasia tenía diez millones de habitantes y esa misma riqueza equivalía a 3,400 dólares. Empero, en el año 2016 Singapur tenía seis millones de habitantes y la riqueza promedio anual obtenida por habitante equivalía a 66,000 dólares. Reino Unido tenía 66 millones de habitantes y esa riqueza equivalía a 37,000 dólares. Malasia tenía 31 millones de habitantes y esa misma riqueza equivalía a 23,000 dólares. Singapur, entonces, multiplicó 1.78 veces la riqueza promedio anual obtenida por habitante en Reino Unido; y 2.87 veces la obtenida en Malasia.

El fantástico éxito de Singapur fue obra de una atinada aproximación a la libertad económica, que creó un formidable puerto libre mundial. La libertad de comercio exterior fue tal, que Singapur no exigía reciprocidad de libre comercio.

Singapur es una república parlamentaria, que ha impuesto severas normas de conducta social, por las cuales ha sido objeto de crítica. Posee uno de los mercados financieros más grandes y uno de los principales puertos marítimos, del mundo. Es uno de los países con mayor riqueza promedio por habitante; y  uno de los llamados tigres asiáticos de la economía. Los otros son Hong Kong, Corea del Sur y Taiwán.

Las principales actividades económicas de Singapur son la electrónica, la industria petroquímica, el comercio, las finanzas, la ingeniería mecánica y, principalmente, los servicios. Los servicios aportan casi 70% del valor total de la producción anual, y emplean a casi 84% de la población económicamente activa.

Es uno de los países con menor criminalidad en el mundo, luego de haber sido, antes de la década del año 1960, uno de los países con mayor criminalidad. La pena de muerte ha sido el recurso principal para reducir la criminalidad. Singapur brinda un ejemplo impresionante del poder disuasivo que tiene la pena de muerte si hay certeza de que será impuesta.

Singapur demuestra que, para prosperar, no es necesario tener un territorio 155 veces mayor; pero Guatemala lo tiene. Demuestra que no es necesario tener abundantes recursos naturales; pero Guatemala los tiene. Demuestra que no es necesario estar muy próximo al mayor mercado mundial, es decir, Estados Unidos de América; pero Guatemala lo está. Demuestra que no es necesario ser un país agrícola productor de alimentos; pero Guatemala lo es. Puede argumentarse que Singapur tiene una ventajosa posición geográfica en el sudeste asiático; pero Guatemala tiene su propia posición ventajosa en el continente americano. Es, por ejemplo, un país próximo al mercado más grande del mundo, tiene costa en el océano Pacífico y en el Atlántico, y puede ser una vía de transporte de bienes entre ambos océanos, con autopista, ferrocarril, oleoducto y gasoducto.

Nuestra Guatemala no es víctima de algún destino aciago que ha condenado a una importante proporción de guatemaltecos, a la deficiente alimentación, la enfermedad, la mortalidad por enfermedad, la improductividad económica, el simulacro de vivienda y la dificultosa longevidad. Nuestra Guatemala es víctima de la represión de la libertad económica, ejercida por políticos corruptos, ineptos, estúpidos, ignorantes e irresponsables. Es represión que paraliza y hasta aniquila la enorme potencia creadora que el guatemalteco puede emplear para beneficiarse a él mismo y a su prójimo mediante la producción y el intercambio de bienes y servicios.

Nuestra Guatemala puede ser tan próspera como Singapur. Un comienzo general es tener una mentalidad propicia para reducir el poder que el Estado le otorga a los gobernantes, hasta que solamente sea el poder de garantizar derechos, el primero de los cuales debe ser el derecho a la máxima e igual libertad de los ciudadanos, con la condición necesaria de que la libertad de cada uno sea compatible con la máxima e igual libertad de todos. Con ese comienzo, en el horizonte surgirían resplandores de novedosas auroras de prosperidad.

Un comienzo particular es abolir para siempre, como si fueran maldiciones destinadas a sepultar, ya no el progreso de la sociedad, sino la esperanza de progreso, estas creencias:


Primera: Debe haber igualdad económica de los ciudadanos. Singapur jamás ha pretendido tal absurda igualdad.


Segunda: Los altos impuestos promueven la prosperidad de la sociedad. Singapur abomina los altos impuestos.


Tercera: El Estado debe repartir la riqueza para lograr igualdad económica. Singapur es un Estado para crear riqueza, no para repartirla.


Cuarta: El socialismo es el único régimen económico que puede reducir y hasta eliminar la pobreza. El socialismo hubiera retenido a Singapur en su pobreza original; o la hubiera aumentado.


Abolir esas creencias es emprender  la transición desde una ominosa obscuridad hacia una promisoria luminosidad.


Post scriptum. En Singapur, la intervención del Estado en la economía, aunque moderada, ha impedido una mayor prosperidad. Guatemala podría eliminar cualquier intervención que no sea aquella de garantizar derechos, y ser un país más próspero que aquel opulento tigre asiático.



Luis Enrique Pérez Es Doctor Honorífico, de la Universidad Olga y Manuel Ayau Cordón. Ha sido profesor de filosofía en el grado de licenciatura y de maestría, de la Universidad Francisco Marroquín, y profesor de filosofía en el grado de licenciatura, de la Universidad Rafael Landívar. Ha sido autor de por lo menos 3,000 artículos. Es cofundador y miembro de la asociación civil Pro-Reforma.



5 views0 comments
bottom of page